Improvisar está muy lejos de ser la mejor opción (Privatización del INTA)

Ante la propuesta improvisada del candidato a la presidencia de la Nación por el Espacio La Libertad Avanza, Javier Milei, de cerrar el Conicet, en un comunicado reciente, la Dirección del Instituto de Investigaciones en Biociencias Agrícolas y Ambientales (INBA), perteneciente a la UBA y al CONICET, “manifestó su rechazo a las propuestas de cerrar o privatizar el CONICET , las cuales han generado una gran confusión y debate en la opinión pública. Dicha propuesta supone un profundo, y preocupante, desconocimiento del rol clave de la ciencia en el desarrollo sustentable de cualquier nación y particularmente la trascendencia que el CONICET, junto a Universidades Nacionales y otros organismos de ciencia y técnica del Estado, ha tenido en el desarrollo de nuestro país”.

El comunicado del INBA declara además que no existe en el mundo desarrollado ningún país que considere que el financiamiento estatal de la ciencia y tecnología deba ser suprimido. A modo de ejemplo, los países de la OCDE, a menudo señalados como modelo, invierten en investigación siete veces más en términos porcentuales de su PBI que la Argentina, todos países con PBIs mucho más abultados que el de nuestro país. Dejan en claro que el INBA defiende una Argentina con ciencia y tecnología autónoma para poder así potenciar sus enormes recursos naturales y humanos, que permitan construir un país económicamente viable y soberano.

El CONICET, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, fue creado por Decreto Ley N° 1291 del 5 de febrero de 1958, respondiendo a la percepción socialmente generalizada de la necesidad de estructurar un organismo académico que promoviera la investigación científica y tecnológica en el país. Su primer presidente fue Bernardo A. Houssay (Premio Nobel de Medicina en 1947), quien le infundió a la institución una visión estratégica expresada en claros conceptos organizativos que mantuvo mientras estuvo al frente del organismo por más de una década.

Actualmente, se desempeñan en el organismo casi 12.000 investigadores, casi 12.000 becarios/as de doctorado y postdoctorado, más de 2900 técnicos/as y profesionales de apoyo a la investigación y más de 1500 empleados/as dedicados a actividades administrativas. Su acción está distribuida a lo largo del país (desde la Antártida hasta la Puna y desde la Cordillera de los Andes hasta el Mar Argentino) en sus 16 Centros Científicos Tecnológicos (CCT), 8 Centros de Investigación y Transferencia (CIT), un Centro de Investigación Multidisciplinario y más de 300 Institutos y Centros exclusivos del CONICET con doble y triple dependencia con Universidades Nacionales y otras instituciones. Su actividad se desarrolla en cuatro grandes áreas del conocimiento: Ciencias Agrarias e Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales; Ciencias Sociales y Humanidades.

La respuesta a cualquier propuesta de un candidato a presidente de la Nación merece una discusión y un análisis desapasionado, más aún cuando se trata de un asunto de la importancia de este tema para el presente y el futuro del país. Improvisar está muy lejos de ser la mejor opción. El enunciado del cierre del CONICET provocó innumerables críticas y generó muy pocos apoyos explícitos. Lo más grave quizás, es que tal irresponsable propuesta desencadenó un sinnúmero de debates, evidenciando tanto el desconocimiento generalizado sobre el accionar del CONICET como de la trascendencia de su existencia.

Las Universidades tienen una triple finalidad: enseñar formando nuevos profesionales, investigar y hacer extensión de los conocimientos. Un docente que no investiga, enseña lo que está escrito en los libros sin agregar propia experiencia. La ciencia no es un recetario de conocimientos apilados, es una búsqueda insistente y consistente que, en la mayoría de los casos, no tiene un destino definido. Es una creación de hipótesis que tienen por objetivo encontrar y promover algo superior a lo existente. De ninguna manera significa un gasto, sino una inversión que hace la sociedad para proseguir en su camino hacia el futuro. Es entendible que cada país pueda tener objetivos diferenciales. La inexistencia de un sistema científico autónomo, obligaría a montarse en los objetivos de terceros lo que podría generar dependencia o quizás estancamiento.

La ciencia básica a diferencia de la ciencia aplicada no tiene por objetivo el conocimiento y la comprensión de una parte del universo y la solución inmediata a un problema práctico. ¿Cómo se lograron descubrimientos y beneficios que mejoraron la salud y calidad de vida?

“Un mundo sin ciencia es una amenaza al bienestar de la humanidad y un país sin científicos es una amenaza a su propio progreso” (Jorge V. Crisci, prof. Emérito UNLP, académico).

Persistir en el intento fundacional ante cada cambio de gobierno es un error que atrasa. En pocos años, tuvimos el “Vamos por todo”, el “Mejor equipo de los últimos años”, el “Gobierno de científicos”… ¿Porque no ensayamos el “Gobierno del sentido común”, abierto al diálogo y a los consejos? Sin formulismos mágicos ni estancamiento permisivo.

En el país hay que establecer prioridades en muchos órdenes. Analizar el funcionamiento de un organismo como el CONICET llevaría a adentrarse en las causas de su crecimiento. Ver si sus objetivos se están cumplimentando, si el personal está acorde con lo que se espera del organismo o si hay que darle una nueva dinámica. No desaprovechar lo que está hecho pero tampoco continuar desperdiciando recursos si son mal aplicados.

Es muy cierto que dentro de las estrategias de un país está, sin duda, definir los lineamientos de algunos aspectos de la ciencia que puedan afectar el desarrollo futuro. Antes de la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MinCyT) en 2008, existía en el ámbito de la Jefatura de Gabinete de ministros el GACTEC (Gabinete Científico y Tecnológico). Su función supra ministerial era definir y coordinar acciones multidisciplinarias en aquellos temas de naturaleza científico-técnica cuyo accionar y enfoque dependían de diferentes organismos del Estado. Sirvan como ejemplos: la lucha contra enfermedades como el Mal de Chagas y el Dengue, acciones contra el calentamiento global o las estrategias para el desarrollo de energías renovables, entre muchas otras.

Al crear el MinCyT se cometió el error de incorporar al GACTEC como una Secretaría más dentro de la estructura del Ministerio. Ese sólo acto significó supeditar sus acciones y misiones a los criterios del ministro de turno. En otras palabras, la pérdida de una visión estratégica e integral de aquellos aspectos multidisciplinarios de la ciencia que afectan al país de forma más transversal para su desarrollo sustentable. En resumen, es tan trascendente el sustento de la ciencia en nuestro país, que no solo hay que defender el fortalecimiento presupuestario del CONICET, sino también volver a restablecer al GACTEC al ámbito de la Jefatura de gabinete de ministros. Es nuestro parecer desde el CADIA que El MinCyT debería transformarse en una Secretaría de Estado (SECyT) dependiente directamente de la Presidencia de la Nación, con objetivos claros y permanentes para que los técnicos e investigadores merecedores puedan contar con el apoyo del CONICET para sus trabajos.


‘La ciencia no tiene patria, pero el hombre de ciencia la tiene. Por mi parte, no acepté posiciones de profesor en los Estados Unidos y no pienso dejar mi país, porque aspiro a luchar para contribuir a que llegue a ser alguna vez una potencia científica de primera clase”. Bernardo Houssay (Anales de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires)

CADIA – CABA, 30 agosto 2023

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