La creencia de que las vacas son enormes responsables del cambio climático está generalizada y juega un triple rol de daño, perjudicando sensiblemente a quienes producen y manufacturan los alimentos que ellas originan, a la salud y la buena fe las personas que creen que degradando la calidad de su alimentación están ayudando proteger el planeta donde viven, y por último y no menos importante, manteniéndolas distraídas de las causas reales del problema que las preocupa.
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