Durante décadas, la estrategia de descarbonización de la Unión Europea se inclinó fuertemente hacia la electrificación del transporte. A pesar de la existencia de múltiples soluciones con capacidad comprobada para reducir emisiones, las políticas públicas beneficiaron casi exclusivamente a los vehículos eléctricos, relegando otras alternativas como los biocombustibles. Sin embargo, esto podría estar a punto de cambiar.
En un discurso reciente, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reconoció la necesidad de aplicar una neutralidad tecnológica real en la regulación de estándares de emisiones de CO₂. Su declaración, recibida con entusiasmo por la industria del biodiesel, podría marcar el inicio de una transformación clave en el enfoque regulatorio de la movilidad sustentable.